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Llegada a La Paz

Salimos de Arica  pensando en un viaje en tren, pero Dios mío, era una chatarra, que sonaba por todas partes, estábamos en un camarote con dos camas y nuestro equipaje ahí mismo, el baúl y las maletas. Apenas te podías mover,  menos mal que viajamos   de noche y llegamos hacia el mediodía  a La Paz. Que espanto, nos dormimos como pudimos, en la mañana por supuesto mi príncipe tenía hambre yo había llevado un termo con agua filtrada pero se había terminado, al mozo le di una propina y le dije tráigame el agua bien hervida y limpia, limpia? me pregunté, no creo, pero trajo  agua bastante pasable, le hice leche a mi nene y luego fuimos al coche comedor a tomar desayuno, un asco, un té aguado frío y un pan de tres días, yo preferí morirme y no comer eso, volvimos al camarote.  Estábamos llegando al alto, menos mal que entonces era una pampa de paso, no había casas ni nada, así que esa gente no había nacido por suerte. Pasamos el alto, creo que tardó dos horas y al fin llegamos a la ciudad de La Paz, era un villorrio a mis ojos,  yo no pensé que vivía en una ciudad tan fea, nos  esperaban los Sanginés, no sé ahora quienes, fuimos en auto  no había  más que una carreta angosta y llena de baches, el sol brillaba y el cielo era tan azul que no creía que existía un cielo así  me había acostumbrado al cielo  plomo  lleno de fog (niebla).  Eso  me hizo recordar que cuando estaba en mi casa, me echaba en la terraza y jugaba con las nubes, les daba diferentes formas, me hizo alegrar por un momento porque llegamos a un cerro lleno de tierra y piedras y me dijeron ya estamos cerca, ahí me puse a llorar y le dije al Nanhy  como puedes traerme a vivir a un cerro? él me dijo no es un cerro están  arreglando las calles ya verás la casa es grande y bonita.

Vista panorámica de El Prado con la Fuente de Neptuno. Antes, el paseo era conocido como “La Alameda”.