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Rumbo a Bolivia

Estábamos preparando el retorno antes de Navidad de 1954 a 1955 entonces dejamos que el niño juegue con las bolitas, en esa época se rompían entonces tiraba al suelo y reía cuando se rompían, todo deshicimos, ya en marzo estaba todo listo solo llevamos el baúl azul que todos han conocido y cuatro maletas, volvíamos en barco también, pero ésta vez era un trasatlántico el REINA DEL PACÍFICO», hermoso elegante , varios salones de  té, de cena de almuerzo , un menú de reyes.

Estaba tan gorda que apenas caminaba y ahí  el Iván corría como si siempre hubiera estado en un barco, le decían marinerito, yo la verdad no lo disfruté, me pasé vomitando casi todo el viaje, hubo una tremenda tormenta, que en el camarote se cayeron todos los frascos desde la repisa, unos se rompieron, yo estaba tan mal que quería que se hunda el barco y descansar, salimos de Liverpool, llegamos a  la Coruña a  recoger pasajeros y otros se quedaban, por supuesto bajamos, pero les cuento que yo llevaba pantalones, en Inglaterra se usaba mucho, se llamaban slacks,  me paró un guardia costero y me dijo no puede bajar así,  póngase una falda o vestido porque está ofendiendo la moral de España, casi muero como comprenderán, pero me fui a cambiar, ya me había pasado en una confitería en Madrid me hicieron poner mi saco del traje sastre que llevaba  porque me lo saqué y quedé solo con mi blusa, se acercó el mozo y me dijo cúbrase, aquí no puede estar así,  me puse mi  saco, moría de calor, y le dije  a Maruja por qué, y me dice se te ven tus brazos  porque las mangas eran transparentes. Después Santander, cuando ya estuvimos en mar abierto se calmó todo y yo mejoré, pude ir a comer las 3 comidas y un té a las 5 de la tarde.  Había orquesta en la cena un día de solo mujeres con violines, otro día  de música del caribe porque seguramente ya estábamos en aguas del caribe, llegamos a la Habana  era un espectáculo, pasar cerca de la avenida llena de autos  de lujo, yates, Patiño tenía uno ahí, y el barco bordea la bahía y cuando atraca  es un mar bello transparente, parece un diamante, se ven hasta los corales dentro del agua. La Habana, quién la viera ahora y quién la vio antes, parece un sueño, mejor una pesadilla, porque la verdad, era una ciudad hermosa , ahora es hermosa pero se nota su pobreza, en esa época todo era lindo, esas casas que ahora están derruidas, las calles rotas, todo era una belleza, la gente cantaba en las calles pero no por monedas, si no para alegrar a los turistas que eran miles, estuvimos tres días mientras cargaban el barco pero podíamos comer y dormir en el barco, el Iván se tiraba encima de los plátanos cuando estaban cargando y al menos se comía tres plátanos, amarillos, limpios con sus sellos, le encantaba el plátano, fuimos al morro cuando estaba lleno de presos políticos que seguramente han padecido  mucho, ahí hacían ellos artesanías, yo compré una polvera en esa época se usaba polveras para poner tu polvo preferido y te pasabas con una  brocha, si querías todo el cuerpo  o solo tu cara, y compré un mantilla bella hecha a mano, ustedes han conocido eso, porque lo he tenido años, hasta que una amiga me pidió prestada la mantilla, y después me dijo te la devolví y así perdími mantilla, la Tati  tiene una foto con esa mantilla en un red and white.  Bello el mar, el Morro mismo, las avenidas, quedé loca, me pareció el paraíso, que pena de país ahora, dan ganas de llorar, al tercer día partimos.

Salimos de la Habana, vistas inolvidables, el barco bordea todo el paseo marítimo, y se la veía tan hermosa, un cielo azul añil, sus edificios que eran hoteles de lujo, algo increíble, ya no queda nada de ese esplendor solo la belleza natural que  ni los comunistas pudieron destruir, partimos porque estábamos en el atlántico y teníamos que cruzar al pacífico, eso era mediante el canal de Panamá, la espera es larga así que nos dejaron bajar en la ciudad, todo hermoso, jamás como la Habana.

La Habana 1952

Luego subimos al barco para cruzar el canal, no puedo decir ahora cuántas horas tardamos, yo estaba tan emocionada, además tenía miedo que Iván quiera saltar, la verdad si ustedes han cruzado el canal saben lo que es eso, majestuoso, indescriptible,  estamos ya en el pacífico, otro color de mar, medio verdoso, el atlántico es azul, azul, otro olor, el pacífico es verdoso y helado, y tiene más olor a pescado,  llegamos  a Cali  Colombia, preciosa ciudad típica española , conservada tal cual era en la colonia, ahí tomamos coco  con una bombilla para chupar helado, hacía un calor terrible, paseamos  y la ciudad era  linda, volvimos al barco ya para dormir y llegar a Arica nuestro destino final.

          Llegamos a Arica,  para mi alegría vivía mi hermana Beatriz, casada con el Jorge Crespo, él tenía una agencia aduanera y estaba en Arica por trabajo, nos fueron a buscar al puerto. 

Mi hermana Betty

En Arica no es profundo el mar para recibir barcos tan grandes,  el barco atraca lejos, tuvimos que subir a   una lancha que te lleva al puerto, del   equipaje se ocuparon los de la empresa naviera de llevarlo a dónde nosotros les dijimos.  Fue un encuentro muy hermoso, Betty tenía al Pepito de la edad de Iván, nos llevaron a a su casa.  El Jorge  muy amable con tu papá, a mí me veía aún  como cuando me conoció de 12 años, pero empezamos hablar nosotras aparte  de ellos,  el pepe y el Iván peleaban por un muñeco que trajimos, era alambre forrado y el muñeco podía hacer todas las formas posibles, y eso los tuvo horas, dame y  te quito.   Como  llegamos en la mañana fuimos con Betty  a comprar  cosas de comer, ella quería que yo escoja, yo lo único que escogí fue una sandía del tamaño de la luna, que era una delicia, cuando llegamos a la casa la corté, y empecé a comerla, almorzamos, etc. y  yo seguía con mi sandía, hasta que la terminé, en la noche casi dejo mis huesos en Arica por glotona, un cólico de muerte que me llevaron a un hospital, al día siguiente teníamos que tomar el tren de la tarde y seguir el viaje a La Paz, menos mal, mejoré , no te olvides que tenía un bebé dentro  mío que era fácil morir o que nazca el niño. En esas épocas no sabías el género de tus hijos, me tincaba que era mujer, salimos hacia la estación con mi hermana,  su marido el Pepito y nosotros en su auto, ellos esperaron hasta que partió el tren, ¡que viaje!